La primera novela de Marta Gordo parte de una ruptura sentimental, pero la travesía del desengaño y su relato fantasmático dan paso a un nuevo mundo, donde la realidad se presenta llena de oportunidades y de percepciones olvidadas que conducen a la esencia de cada uno de nosotros, hecha de instantes aparentemente azarosos pero decisivos.
«Escribí una nota para Juan. Le pedía que me dejara sola durante un tiempo y le aseguraba que estaría bien y que sería yo la que volvería a ponerme en contacto con él. Escribiendo esa nota me llegó el primer ramalazo claro de, digamos, locura. ¿Quién estaba escribiendo esa nota a Juan? No podía ser yo o no podía ser en serio. Aquella nota era incompatible con nosotros dos, es decir, con mi vida. Fallaba la realidad. Al lado de la nota, mi mano dejó el móvil. Hubo un no sé qué de fatalidad en este movimiento. Lo vi como en una película: plano detalle de un móvil depositado como una pistola sobre la mesa. Había una dislocación en mis acciones, ya que se realizaban antes de que yo las decidiera. Sentía urgencia por irme. Una cuenta atrás había comenzado en alguna parte. Me marché con dos maletas. Mientras esperaba un taxi, a mi alrededor, arriba, abajo, a los lados, había una nada cortante, como si yo ya no proyectara sombra ni tuviera futuro».