Un libro cargado de personajes que rejuvenecen y se miran desde ángulos diferentes, que van y vienen y se cruzan por azar; personajes tristes y alegres, paradójicos e imprevisibles. Laura Chivite proyecta un futuro con múltiples referencias a nuestros días sin dejar de sorprender en todo momento.
«Seguimos hablando un rato y en un momento me pareció que se le caían un par de lágrimas. Me fijé y, de hecho, sí. Lo estaba haciendo, estaba llorando. Creo que mi presencia debió de desbloquear algo y le hizo recordar una parte de su vida que había olvidado. Una parte de su vida que nunca se había atrevido a revisitar. Puede ser que durante unos instantes viajara al tiempo en que las cosas eran leves y fáciles, nos viera a los dos con sendas coletas caminando una tarde de sábado por el centro comercial, y una voz celestial le susurró desde el más allá del bar: ahora todos los sentimientos serán sentidos. Puede ser que fuera eso u otra cosa. El caso es que me provocó mucha ternura y conmoción. También pensé que, si me las bebía, si le chupaba disimuladamente los pómulos para meterme sus lágrimas en la boca, me llenaría de proteínas».
Los relatos que componen Gente que ríe trazan una panorámica en sentido inverso al curso de la vida: desde 2060 hasta 1995, año en el que nació la autora. Un libro sin duda virtuoso y desacomplejado, con situaciones distópicas cargadas de reminiscencias, hallazgos y melancolías. Laura Chivite nos pone un espejo a modo de bola de cristal y nos devuelve una imagen inquietante de nosotros mismos, que nos hace reír y nos interroga.