El mundo que contemplamos, la naturaleza, la “creación”, es divinizado por algunos, entusiasmados por la actividad ecológica. Otros, llevados por su avaricia, lo explotan, amparados por hábitos consumistas que amplifica aún más nuestra era tecnológica.
La Biblia ensalza la Creación, y ofrece varias claves fundamentales: el ser humano y lo que le rodea es fruto del amor; alcanza su plenitud cuando trabaja y sirve a los demás en el mundo; y ese mundo, también el natural, será el escenario habitual de encuentro con su Creador.
La verdadera ecología o “cuidado de la Tierra” se orienta hacia esa meta, y así lo explica el autor acudiendo a la encíclica Laudato si’ del papa Francisco y a diversos documentos precedentes.