La Guerra Fría forzó a que la destruida Europa se convirtiese en una región industrializada y próspera, dotada de un Estado del bienestar que alejara a los trabajadores de toda inclinación hacia el comunismo.Pero el Mayo del 68, la juventud que más se había beneficiado de toda aquella bonanza se alz...
La Guerra Fría forzó a que la destruida Europa se convirtiese en una región industrializada y próspera, dotada de un Estado del bienestar que alejara a los trabajadores de toda inclinación hacia el comunismo.
Pero el Mayo del 68, la juventud que más se había beneficiado de toda aquella bonanza se alzaba contra el sistema desde posiciones claramente procomunistas, y la crisis del petróleo de 1973 puso en jaque lo que muchos consideraban el milagro económico de los «treinta años gloriosos». Entonces, la Escuela de Chicago tuvo la oportunidad de hacer hegemónica su ideología, y el Neoliberalismo acabó por imponerse en países altamente desarrollados, como Gran Bretaña con Margaret Thatcher o con Ronald Reagan en los Estados Unidos. Por otro lado, la caída del Muro de Berlín fue la ocasión propicia para implantar el liberalismo globalista, provocando un cambio de modelo que daba pie a la élite dominante para apropiarse de los inmensos recursos destinados para el Estado del bienestar. Por su parte, el pensamiento comunista también había evolucionado. Gramsci, Lukacs o la Escuela de Frankfurt establecieron las bases de lo que se ha terminado denominando «batalla cultural», y el viejo marxismo da paso al neomarxismo, que deja de considerar al obrero como sujeto revolucionario y centra su atención en las minorías, víctimas de cualquier opresión histórica o social, aplicando en la práctica las directrices de Laclau y Derrida, de forma que los socialdemócratas no pierdan autoridad en el mapa social. Así llegamos a la élite mundial, dedicada a su revolución partícular a través de un hipercapitalismo financiero que domina el mercado, la tecnología, la economía y, como consecuencia, a los ciudadanos, y, también a los nuevos comunistas, aunque no lo sepan, para destruir lo existente y construir un mundo.
«Nada cambiará mientras el poder siga en manos de una minoría privilegiada». George Orwell
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