Una isla, un pasado, unas gentes que viven entre magias inexplicables y un lenguaje propio.
Existe una isla de la que la gente no se marcha, aunque hayan construido un puente. Y si lo hacen siempre vuelven, ya sea en vida o con los pies por delante. Es una isla que ata y amamanta como una madre colectiva. En ella viven mujeres que se ahuman con laurel después de ir a un entierro, que no silban de noche porque el silbido llama al trasno, que han parido a sus hijos en las casas baratas, hechas con arena de playa. Islas dentro de islas. Mujeres que saben ver más allá de la vida y lavan a los niños con hierbas y les quitan el mal do aire.
Jarroa es desencanto y enraizamiento, volver al lugar del que una vez quisiste marcharte. Niñas con los ojos muy grandes por donde se les mete el mundo y los espíritus. Gheada, seseo, truque. Querer huir y quedarse dentro, hacerse isla y dejar que la marea suba y baje. Recuperar lo que una vez se perdió: la vida y la muerte bailando juntas sin mirarse los pies. Lo cotidiano, la memoria y los mitos se mezclan en una novela sostenida por los rituales de un pueblo marinero donde sigue existiendo una sabiduría poderosa que las mujeres de la isla ya conocían antes de que llegara el puente. Esa magia hace de pegamento de todo un pueblo. Jarroa es una historia para mantener a la isla con vida
La crítica ha dicho:
«Jarroa nos transporta a un paisaje que no existe. No se trata sólo de la isla donde transcurre esta historia, sino de ese lugar extrañamente cálido, hipnótico y sensual, donde nacen y crecen, como flores o como peces, sus palabras y su escritura».
Mercedes Halfon
«El gran prodigio de Andrea Fernández, además de su escritura: delicadísima criatura marina (brillo sobre la espuma, sardina frita, marisqueiras en un cuadro de Sorolla), es su voz casi atemporal, de bruja, de meiga, de eco en la isla que es también una mujer [...]. Presiento que este libro, tan poético, tan inteligente, tendrá un lugar muy importante en la nueva literatura española».
María Fernanda Ampuero